Comprensión de las Crisis Evolutivas: Síndrome de Pánico

“Desde un punto de vista tradicional, tal vez parezca imposible que experiencias tan dramáticas y desorganizantes como las que constituyen las formas más extremas de la emergencia espiritual puedan ser parte de un proceso natural y, mucho menos, de un proceso curativo que favorezca la evolución”. Stanislav Grof
Vivimos refugiados en delimitadas identidades que nos permiten accionar en el mundo cotidiano, que es nuestro espacio conocido, con la libertad condicionada por el marco contenedor de la habitualidad. Este universo conocido se construyó y se sostiene a partir de arraigadas creencias que estructuran nuestros pensamientos habituales y que devienen de las experiencias evolutivas. Estas estructuras de pensamiento que provienen de planos que se encuentran fuera de alcance de la conciencia ordinaria, sustentan las identidades actuadas por el ego en el mundo de la forma.

El ego necesita apoyarse en las diferentes identidades que admite para evitar la amenaza de realidades desconocidas. Ram Dass al respecto señala: “Tu ego te ha estafado; crees que para sobrevivir necesitas su manera específica de pensar. El ego te controla por mediación del miedo a la pérdida de identidad. Parece como si abandonar esos pensamientos equivaliera a eliminarte, de modo que te aferras a ellos”.

En ese sentido, todo proceso de aprendizaje involucra necesariamente la disolución de estructuras previas a partir de la introducción de un nuevo elemento encargado de desarticular los viejos funcionamientos que darán nacimiento a una nueva configuración más evolucionada. El ingreso de este elemento extraño al sistema, enfrentará a quien lo experimente a una crisis que lo llevará necesariamente a una modificación en su estructura interna.

El proceso de evolución de la conciencia deviene del cumplimiento de cada una de las etapas que darán lugar a la creación de un nuevo equilibrio, de orden superior al anterior. Es así como podremos conocer al mundo y por consiguiente a nosotros mismos. Con la aceptación del proceso desestructurante emergeremos a nuevas realidades, liberándonos de la prisión de lo conocido.


Una invitación al cambioEl deseo de trascendencia y la necesidad de un desarrollo interno se hace cada día más evidente en la vida de las personas. Y muchas veces estos anhelos de cambio se presentan a través de una crisis interior que nos indica de que algo viejo está muriendo para dar pase a algo nuevo, mucho mejor para nosotros. Esta transición, que implica una muerte y una resurrección, se convierte en un duro desafío a trascender ya que la sola decisión de encararlo nos enfrenta con un camino hasta entonces desconocido pero acertado.

Actualmente son muchos quienes atraviesan profundas transformaciones personales relacionadas con la apertura espiritual. Pero muchas veces esta llamada a la evolución es desatendida por quienes la reciben, muchas veces por temor a encarar esta aventura y otras, por ignorancia. El punto está en aceptar la vida como una transformación continua y emprender cada uno de los cambios como pasos a dar, sin ataduras ni apegos.

Cada invitación a la transformación de viejos patrones permite a la persona continuar en su búsqueda de su verdadero ser, aunque ello también implique enfrentar realidades que muchas veces no resultan gratas reconocer. Es por ello que siempre hay que tener en cuenta que en una crisis siempre hay una oportunidad y la apertura significa la aceptación de la necesidad de una modificación.

Cada cambio nos coloca en un grado de mayor acercamiento a la verdad sobre quienes somos y sobre el mundo. Es un momento de des-ilusión y por consiguiente de dolor y agonía por permitir la muerte de viejos conceptos e ideas que se revelan limitativos para encarar la vida. Esta sensación se vive como la pérdida de todo lo que se sabe que es y en todos los niveles del ser se experimenta un estado de aniquilación total. Pero si aún dentro del terror y la amenaza de destrucción del yo podemos animarnos a seguir adelante, experimentaremos la sanación y la transformación que devienen de atravesar el estadio tormentoso.
La mirada TranspersonalLa Psicología Transpersonal conceptualiza a las crisis emocionales como evolutivas, dándole la posibilidad la persona que las atraviesa, de crecer y acceder a un nuevo nivel de conciencia. En ese sentido el psiquiatra checo-americano Stanislav Grof, pionero y fuente nutricia de este nuevo paradigma, define a este tipo de crisis como “emergencias espirituales” y las considera un claro síntoma de un cambio que busca concretarse para provocar un crecimiento y una curación. Lamentablemente muchos profesionales de la salud todavía no aceptan el potencial curativo de estas situaciones críticas o buscan “controlarlas” mediante el uso de farmacología. El “viejo” paradigma no incluye a la espiritualidad como aspecto superior de la psiquis por lo que considera que las vivencias espirituales directas reflejan una perturbación en la persona que las atraviesan.

En los años 60 se produjo un crecimiento en el interés por el alcance potencial de la conciencia humana y por las ideas de Jung, muy adelantadas para su época. El descubrimiento junguiano demostró que la psiquis humana puede acceder a imágenes y motivos universales, arquetipos que pertenecen a un inconsciente colectivo. Además las fuerzas poderosas de las tradiciones místicas descubrieron la necesidad de crear un nuevo modelo de la psiquis donde se contemplen los contenidos de estas experiencias como emergente de lugares profundos de la psiquis no accesibles normalmente.

En ese sentido, las investigaciones que Grof desarrolló a lo largo de 30 años sobre los diferentes estados ampliados de conciencia lo llevó a diseñar una nueva cartografía del psiquismo humano, adicionando a los planos personales, los niveles transpersonales: “sentimientos de unidad con el universo entero, visiones e imágenes de tiempos y lugares lejanos, sensaciones de corrientes vibrantes a través de todo el cuerpo; visiones de dioses, semidioses y demonios. Vívidos destellos de luces brillantes con colores del arco iris. Miedo a caer en una locura inminente o también a morir”. Así describe Grof a los estados extraordinarios de conciencia que permiten a quien los transita emerger de estas experiencias con una mayor sensación de bienestar y un mejor funcionamiento en su vida diaria.

Para explicar su postura, Grof hace referencia al ideograma chino de crisis que “representa perfectamente la idea de la emergencia espiritual. Está compuesto de dos signos básicos, unos de ellos significa peligro y el otro oportunidad”. Si bien es difícil, y atravesarla puede producir mucho temor por todo lo que implica, la crisis deber ser considerada como un pasaje de transformación personal donde se acciona una energía sanadora. La compresión de esta situación brinda a la persona la posibilidad de experimentar como natural este proceso a favor de la evolución de la conciencia. No obstante, se requiere una guía experta que acompañe todo el proceso para auspiciar la comprensión de quien lo vivencia y producir así cambios positivos para su vida y emerger hacia una nueva forma de funcionamiento de orden superior.

El síndrome de pánico es un claro ejemplo de una verdadera crisis de emergencia espiritual. En vez de ser tomado como patología, la Psicología Transpersonal lo considera una gran oportunidad para confrontar aspectos nuevos a ser integrados. Durante la crisis la persona se siente “rara”, incómoda, abrumada por emociones intensas, pensamientos extraños. En todos los niveles de su ser experimenta algo diferente: intensidad emocional, cambios en la percepción habitual del mundo, procesos no habituales de pensamiento, alguna afección corporal, que lo llevan a tener experiencias internas inéditas que le resultan difíciles de enfrentar. Se trata de un proceso alarmante y dramático pero fundamentalmente transformador si se lo toma como una experiencia de sanación personal.
Un camino hacia la liberaciónEl proceso de sanación que conduce a la evolución de la conciencia solo se alcanza cuando todo el ser se ve atravesado en un sentir conmocionante. La compresión intelectual es una parte importante, es aquella que permite sostener y cooperar cuando las fuerzas transformadoras se han desencadenado. Pero es la experiencia directa la que finalmente abrirá las puertas al despertar espiritual.

La crisis de pánico, como manifestación de un proceso de integración de la conciencia, posibilita la liberación y la limpieza de viejas memorias traumáticas que encierran una fuerte carga emocional y que actúan inconscientes donde se encuentran.

El grado de comprensión del hecho de asistir a la remoción de patrones arcaicos de funcionamiento que resultan negativos y limitativos en el modo de encarar la vida, permite a quien atraviese esta crisis cooperar con el proceso natural del desarrollo espiritual. Este hecho liberador otorga la posibilidad de contactar las memorias del alma observándolas como experiencias de aprendizaje sin el contenido perturbador que originalmente tenían. La conciencia del cambio operado en las “entrañas” del ser determinará la conquista de nuevos modos de experimentarse a uno mismo.

La crisis puede ser desencadenada por distintos factores que llevan a la persona a un estado límite. Ejemplo de ello se podría considerar al cansancio físico extremo, la prolongada falta de sueño, accidentes, enfermedades, operaciones, experiencias sexuales intensas, un desastre financiero, experiencias cercanas a la muerte, un divorcio o la muerte de un ser querido. Esta situación crítica puede traer un intenso sufrimiento y un sentimiento de oscuridad interna reconocida por los místicos cristianos como “la noche oscura del alma”. El miedo, la sensación de desolación, el temor a la locura y a la muerte son los componentes fundamentales de este tipo de procesos.

Existe también la posibilidad de que el hombre inicie, de modo espontáneo y voluntario, el camino que lo conduzca a una búsqueda consciente de la sabiduría, la felicidad y el poder; sin necesidad de tener que enfrentar una “noche oscura del alma”. Pero hay otras veces que el Universo lo enfrenta bruscamente a las situaciones para forzar su evolución y la apertura de su conciencia. Pero tanto una situación como la otra, son circunstancias que colocan al individuo ante una verdadera prueba.

En este tipo de experiencias profundas que lleva al desequilibrio de todos los niveles del ser puede interpretarse erróneamente como signo de enfermedad ya que la persona se encuentra en un estado de desarmonía y desequilibrio de la salud. Si esta lectura prospera, la acción consciente será la búsqueda de reestablecer el equilibrio perdido para volver a la situación anterior donde todo estaba “prolijamente” ordenado.

¿Cuál es el sentido de la aparición de la sintomatología que lleva a la ruptura del equilibrio? Según los postulados del médico galés Richard Bach, la enfermedad actúa como corrector ya que en algún punto nos hemos desviado del camino. El síntoma se presenta para ser observado y permitir que nos conduzca a un conocimiento sobre nosotros mismos.

La comprensión de la aparición del estado crítico será la clave para superar el caos necesario para la configuración de un nuevo orden. En este sentido, es imposible la recuperación del estado anterior aunque se encuentren en el deseo de todo aquel que no quiera verse involucrado en una transformación.

Existen tramos en el sendero de la vida que resultan muy difíciles de ser atravesados. Son aquellas etapas críticas que ponen a prueba nuestra capacidad de respuesta frente a los “inusuales” desafíos planteados. La importancia de esos momentos radica en que se han configurado las circunstancias para permitirnos una profunda transformación psicológica que involucra al ser completo.

Trascender estas experiencias genera nuevas energías que posibilitan el acceso a un nivel superior de conciencia donde se manifiesta la evolución. Cuando la persona puede dar cuenta de la importancia de este proceso transformativo, puede trascender el dolor y el sufrimiento y experimentar así el nacimiento de una nueva realidad más clara y auténtica.

Es por eso que, a medida que avanzamos en el camino espiritual despertamos a la conciencia con el sentido inherente a toda experiencia vital, sentido que otorga valor y dirección a la encarnación del ser. La posibilidad de vislumbrar el sentido trascendental del aprendizaje del hombre encarnado facilita enormemente la travesía por las zonas oscuras del sendero pues la creciente comprensión permite el ejercicio de la entrega como guía de lo superior. En estas etapas el ego puede ya dar cuenta de responder al servicio del espíritu quien da sentido a su existencia.

También se puede interpretar a las crisis como la programación que trae el alma que busca expresarse y llevarse a cabo en la realidad manifiesta. De esta manera, se accionan mecanismos para que esto suceda y se realice el plan a ser desarrollado en esta encarnación. Esa misión es la que impulsa y convoca a las energías que desencadenarán el proceso. Es un plan que busca ser llevado a cabo y que puede crear una tensión muy grande cuando la personalidad (ego) está muy desalineada con su alma. Allí se manifiesta la génesis de la enfermedad. Aquellos factores que pueden producir una ruptura del velo de la personalidad para permitir que emerja aquella energía desde el núcleo esencial, son los impulsores a la evolución de la conciencia.

Annamaria Saracco. Psicóloga Transpersonal
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